Por: Silvia Parra para SEMANA
¿Para qué leer?. ¿Dedicarle tiempo al cultivo intelectual? No, eso no está de moda y lo vemos en el mundo universitario, empresarial y el político. Sería interesante poder sentar a candidatos presidenciales y congresistas a concursar sobre libros, autores y literatura, así nos quedaría más fácil determinar qué tan preparados estás para asumir las riendas del país.
La autora Silvia Parra nos cuenta la reflexión acerca de la realidad cultural de su país Colombia, pero bien se puede extrapolar a cualquier ciudad del mundo actual. Y, ¿Para qué leer?
Leer es asunto de capacidad ciudadana
Leer es un asunto no sólo de cultura, sino de capacidad ciudadana. No cabe duda de que los niveles de comprensión de lectura están relacionados con los diferentes indicadores de desarrollo humano y social de un país. Un buen lector con seguridad es un buen ciudadano y lo es porque a través de la lectura obtiene información que lo lleva a ser más productivo, participativo, a tener criterio, a generar opinión y a entender mejor la justicia.
Los libros que el mundo llama inmorales son los que muestran su propia vergüenza
Oscar Wilde
Queda claro que los innumerables lunares negros que tiene la justicia, la democracia y la paz en Colombia se debe a una deshidratación de conocimiento. Mientras en Europa, la gran mayoría de países leen en promedio 17 libros al año, en Colombia, según el DANE, leemos 1,9, porque ni siquiera acabamos el segundo por “falta de tiempo” y no leemos porque, además, los libros son “costosos y aburridos”.
Mientras en Colombia no tenemos el tiempo para la lectura, en países como Suecia, Noruega, Inglaterra, Alemania, Singapur, Suiza o Japón están convencidos de que nunca se pierde vida mientras se lee.
Hábitos de lectura
El resultado de nuestros malos hábitos de lectura se ve reflejado en las pésimas evaluaciones académicas de los estudiantes, en las desacertadas decisiones en las urnas, en la pobreza, en la violencia y en la inequidad. Como afirma Jim Trelease en su libro Manual de la lectura en voz alta: “Una nación que no lee mucho está más propensa a cometer errores en el hogar, en el supermercado, en la sala del jurado y en la votación electoral. Y esas decisiones afectan finalmente a toda una nación, a los alfabetizados y a los que no están”.
A pesar del gran despliegue de la Feria Internacional del Libro de Bogotá, los invitados especiales, las decenas de conferencias, eventos y los más de 400.000 visitantes que acuden a aglomerarse en los pasillos de Corferias, a comer obleas, a ‘vitrinear’ títulos, a socializar, a conocer personalidades reconocidas y a quemar las horas del fin de semana, en Colombia cada año se lee menos. Esto, a pesar de los esfuerzos que el gobierno nacional año tras años dice hacer para incentivar la lectura que, al parecer, poco o nada han dado resultado.
Hoy, el 30 % de los hogares colombianos no tiene libros, el promedio de lectura de la población es de 1,9 libros al año (en el 2012 era de 2,2) y poco consuelo nos deja el último informe de Cerlalc que reporta que la mitad de la población de países latinoamericanos se declara como no lectora de libros.
¿Se entiende por qué nuestros niños quedaron en los últimos puestos de las pruebas PISA? ¿Y el porqué de nuestra perspectiva sobre la justicia, la democracia y la paz?
La lectura es el único instrumento que tiene el cerebro para progresar.