Dice Gustavo Eznarriaga que el primer sorprendido cuando observa el resultado de su trabajo, es él mismo.
Un día, encuentra un trozo de madera cualquiera; la raíz de un olivo milenario, un pedazo del tronco de un árbol o las tablas que el mar arrastra de los restos de un naufragio y, sin darse cuenta, sus manos se apuran en rescatar el “alma” que quedó encerrada en esos fragmentos de la naturaleza, que un día estuvieron vivos y ahora yacen desechados por la ignorancia de los humanos.
Pero no; Gustavo Eznarriaga sabe que no es así; que esa materia aparentemente inerte encierra un alma, que allí se encuentra y que el “duende” de los bosques que la vio crecer guiará sus manos para hacerla visible después de liberada.
“A MEDIDA QUE TRABAJA, RESURGE”
Y Gustavo se imbuye en ese quehacer y se va sorprendiendo a medida que la gubia va sacando a la luz la forma de la figura que ya tenía dentro. Casi sin darse cuenta. Su trabajo no parte de un diseño previo que le obligue a desbastar. El valor de su trabajo es que Gustavo Eznarriaga es capaz de descubrir, como si fuese posible hacer una radiografía, la figura que ese fragmento de materia lleva dentro y a medida que va trabajando, va resurgiendo.
Por eso, al contemplar la obra que nace de las manos de Gustavo Eznarriaga, es fácil llegar a la conclusión de que su trabajo no ha sido tallar la madera, sino saber encontrar y descubrir lo que, sin saberlo, llevaba dentro y ahora nos puede mostrar. Ese es su auténtico valor: lo exclusivo de su obra. Esa figura que ahora puedes tocar y contemplar, no pudo ser otra y la capacidad artística y artesanal de Gustavo nos la descubre.
Muchos artistas han utilizado la madera como elemento base de sus creaciones. Escultores que tallaban primorosamente la madera, como Berruguete; o más actuales como Paul Kaptein o Randall Rosenthal y otros que la utilizan como elemento matérico de composición, como Lucio Muñoz; pero pocos encuentran en ella el mensaje que encierra sus formas naturales.
Ese es Gustavo Eznarriaga. Un privilegio contemplar su obra y profundizar en su proceso y, que voy a deciros, de poseer una obra suya, que nos sorprenderá cada vez que la contemplemos y nos preguntaremos: ¿Cómo Gustavo Eznarriaga ha podido ayudar a “dar a luz” esta belleza que la naturaleza estaba gestando?
